Nuestro montaje de «La piedra oscura» ha sido reconocido con los 2 premios más importantes del XVII certamen de la malagueña Villa de Ardales: el de Mejor Obra (ganador del certamen) y el del Público. No habíamos representado en Andalucía: un gran debut y deseamos volver. Ha sido una excelente experiencia por la calidad de los espectáculos seleccionados, por la organización y, sobre todo, por la calidez con la que nos han recibido y cuidado. La gala de entrega de premios, con la muy buena representación del grupo local de una divertida comedia, fue brillante y, lo que es más raro, nada pesada.
Agradecimos los galardones de la mejor manera que se nos ocurrió: recitando un poema de Federico y cantando «La Tarara» que Lorca recopiló y arregló (fue emocionante que los espectadores la corearan y que muchos se pusieran en pie al acabar). Representar, como hacía La Barraca, por los pueblos de España permite conocer lugares como éste que será proclamado Patrimonio de la Humanidad, sin duda más pronto que tarde, no sólo por su impresionante Caminito del Rey. ¡Gracias, ardaleñ@s!
No habíamos actuado nunca en Andalucía. Por eso nos hacía mucha ilusión ir a Ardales, en Málaga. Un pueblo precioso, con grandes atractivos turísticos, entre ellos el Caminito del Rey. Con un hotel-apartamento del que sólo pudimos disfrutar una noche… ¡Volveremos! Un largo camino para una furgoneta con escenografía y vestuario a cuestas. Esta es la vida del actor amateur: viajar cuanto más lejos y más veces, mejor (más viajó La Barraca y Federico, nuestros referentes), poco tiempo para ver, unas pocas y escasas horas para el montaje de escenografía e iluminación, apenas poder ensayar para acoplarte al escenario, representar, almorzar y cenar (si se puede), copa (si no estás cansado), dormir, madrugar, desayunar (o no) y otra vez a la carretera. Pero merece la pena. Sin duda, esta vez, sí… y mucho.
Una sala preciosa. La representación de La piedra oscura comienza… Todo bien. Se hace el oscuro tras la primera escena y la mesa de iluminación se atasca… segundos eternos… las luces no se encienden. Informamos al público. Todo se había probado en un ensayo técnico. Inexplicable. Se llama a Alex, que sale del escenario por la calle y el Mauser para sorpresa de algún peatón (en el teatro aficionado todos hacemos de todo…); y arregla el fallo: alguien tocó algo indebidamente. Decimos al público que vamos a volver a empezar (como la película de José Luis Garci, ganadora del Óscar). Fue bonito: los espectadores tuvieron oportunidad de presenciar algo insólito que engrandeció aún más las interpretaciones y el clima del espectáculo.
Como sabéis, en El Barracón valoramos más el silencio durante las representaciones que los aplausos, en esta época de toses y teléfonos móviles que suenan en los momentos más inoportunos. Pero en Ardales se hizo el silencio, casi completo: ni un aplauso al terminar las escenas… nada. Llegó el final: como una explosión, unánime, impresionante. Al dar la iluminación para el saludo, los espectadores ya estaban en pie para una larga, larguísima ovación. ¿Quién pude cambiar esa sensación desde un escenario por otra cosa? Después de estas vivencias ¿hay que explicar por qué nos gusta hacer teatro por amor al arte?
Como de costumbre, tras la actuación, salimos al vestíbulo, a agradecer la asistencia, para escuchar opiniones, para aprender… Lo que nos dijeron no vamos a reproducirlo aquí: nos da pudor publicarlo; pero pocas veces nos lo han dicho tan bonito, con tanta verdad… y con tanta gracia. No lo olvidaremos.