Culminamos felizmente la gira más intensa de la historia de nuestro grupo: 2 montajes distintos en 3 lugares distintos: carga… descarga y carga… descarga y carga… y, una vez más: descarga, carga y, además, para terminar: descarga en el trastero de nuestro querido sótano madrileño.
Mal comenzamos. Minutos antes de salir, un barraconero se tuerce un tobillo: hielo y carretera. 4 horas más tarde, al llegar a Torrejoncillo, se confirmó la sospecha (¡muchas gracias, doctor y ayudante!): un esguince siempre inconveniente pero en esta ocasión aún más inoportuno por las actuaciones que nos esperaban. Pero el espectáculo debe continuar: vendaje y adelante.
¿Qué decir de Torrejoncillo, de la organización, de Constantino…? Pues nada. Todo bueno, todo bien… Quien lo probó, lo sabe (como dijo Lope de Vega sobre el amor); y quien no lo haya probado, que se lo imagine y que procure catarlo cuanto antes: un certamen bien hecho con mucho amor… y muchos sabemos lo difícil que es hacer bien el amor.
Fin de la representación. Oscuro. Ovación cerrada, fortísima. Luces para el saludo. Los actores ven a todos (¡todos!) los espectadores que llenaban el salón del Raúl Moreno Molero en pie. ¿Para qué decir más? Gracias, de nuevo, torrejoncillan@s.
De tierras cacereñas a las madrileñas. Loeches. Diferente espectáculo barraconero. Diferente público. Mismo éxito. El público no se iba del salón de la Casa de Cultura, saludando y felicitando a los intérpretes… Y nosotros a Alfonso, uno de los mejores técnicos de los que hemos conocido. Hasta dentro de poco, con el otro montaje (nos han seleccionado con los 2 espectáculos, un hecho bastante insólito y que nos enorgullece); esperamos no defraudaros tras la expectación levantada con esta nuestra primera actuación lechuzana.
Y el domingo también por la comunidad madrileña, pero con otra obra y en otro lugar: en
Algete, con otro gran técnico a nuestro lado: Javier.
Pero de lo que pasó aquí comentaremos diferente y poco. Porque poco se puede decir ante el poder de las miradas.
Quienes nos seguís sabéis que tenemos por costumbre no maquillar (ni con “fondo”) a los actores y que éstos, al finalizar, saludan a los asistentes individualmente y agradecen su asistencia. Esta práctica nos permite muchas cosas, entre ellas aprender y reflexionar sobre los comentarios que nos hacen.
Pero esta vez solo hablaremos de ojos y miradas.
No fueron 2 ojos, fueron 4, fueron 6… o más.
Alguien mira, a los ojos, de frente, como las personas claras, sin doblez; parece que quiere decir algo, pero calla. De pronto, en un instante, sus ojos se llenan de lágrimas que se le quedan dentro. Asiente con la mirada. Da la mano y se va.
Otro hombre se acerca y se repite la escena, pero en esta ocasión sí salen sus lágrimas al exterior; dice “gracias” y se va.
Y un tercero, habla directamente, con lágrimas no sensibleras, sino emocionadas, de adulto, de hombre con memoria: “No os digo nada”, nos besa y se va. Y…
Permitidnos: “Gracias al Teatro que nos da tanto”, gracias espectadores, gracias Hombres y
Mujeres con Memoria Histórica de cualquier signo, ideología o religión.
Gracias a “En el 32 de Pío Baroja”.